Cuando Fernando me avisó de que LaMima había subido un post larguísimo sobre la novela, estaba yo viendo la reposición de uno de los innumerables Estudio 1 realizados por el recientemente desaparecido, Pedro Amalio López: “Carlota”, de Miguel Mihura. Se trataba de un programa homenaje al magnífico realizador de televisión, al que debemos tantos buenos programas. La inclusión en ese especial de una reposición de uno de sus Estudio 1 me hincó delante de la pantalla del televisor, cosa que últimamente hago contadísimas veces.
Alguna vez he comentado mi devoción y nostalgia (que sé compartida con muchos) por aquellos espacios dramáticos que nos permitieron conocer a los espectadores provincianos muchísimas obras del teatro clásico español, del clásico griego y romano, de Shakespeare, Moliére, Ibsen, Oscar Wilde, Tennessee Williams, el propio Miguel Mihura, Buero Vallejo, y un buen número de otros que me dejo en el doble fondo de la mala memoria. Seguí esos montajes teatrales específicos para la televisión, durante años, desde mi más temprana infancia hasta que dejaron de producirse. No sé por qué los diversos intentos de retomar la emisión, con formatos y periodicidad diferente, no han cuajado. Seguramente debido un poco a todo: presupuestos, gustos del público, audiencias y demás criterios que rigen rigurosamente en el momento actual la programación de una televisión pública. Hace un tiempo TVE comenzó a emitir dos o tres obras de teatro al año, nada más, de nuevo bajo el rotulo histórico de Estudio 1. Qué pocas, que lástima, creo. No sé muy bien si ni siquiera esa escasa programación se mantiene con regularidad.
Tengo absolutamente claro que esos Estudio 1, que creó Juan Guerrero Zamora, generaron, fomentaron e hicieron crecer mi gusto y amor por el teatro que conservo, incluso acrecentado con el tiempo. Desde el punto de vista de la escritura, el dramático es un género que admiro porque siempre me ha parecido muy difícil decir algo sustancioso hablando con naturalidad. Desde la visión del espectador, me parece tan meritorio el esfuerzo de montar una obra de teatro (económico, imaginativo, de producción, de interpretación) que por muy mal resultado que se produzca, siempre encuentro algo estupendo.
De “Carlota”, la obra que se pasó ayer, se podría decir muchas cosas. No es una de las obras que más se destacan normalmente de Mihura. Pero, como en casi todas las del autor, sorprende la frescura, la agilidad de los diálogos, el sentido tan elegante de las situaciones trabajadas en clave surrealista y de absurdo, que hoy nos pueden parecer un tanto ingenuas, pero que no han perdido un ápice de su lustre literario. También pensaba, viéndola, que en esa obra, de finales de los años cincuenta, hay algunos diálogos que hoy no serían posiblemente planteables en horarios televisivos de gran audiencia por “políticamente incorrectos”. Y sin embargo no encierran más que un afiladísimo sentido del humor, una capacidad de entender al ser humano y a la sociedad desde el humor inteligente, que no es explícito, sino que deja al espectador terminar la idea. Me parece que ese sentido del humor lo estamos perdiendo., y con él posiblemente la capacidad de autocrítica.
En fin, un regalo la noche de domingo. Así que pasara cada siete días.


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