Los bolsos grandes me gustan mucho. Por estética. Y por necesidad. Ahora normalmente llevo uno marrón, enorme, con muchas cremalleras y bolsillos, al que Chema Lera llama el “bolso de Mary Poppins”.
Se entenderá por qué.
Cosas que había en mi bolso esta mañana, cuando he salido de casa, camino del trabajo:
El monedero
Una carterita pequeña con el bonobús (que uso poquísimo) y papelines
Llaves (de casa, del coche)
Teléfono
MP4
Pen Driver
Un pequeño neceser: pastillas, pinturetas, dispensador de perfume
Gafas de sol
Tres paquetes de pañuelos de papel empezados
Un paquete de toallitas húmedas
Un paquete de toallitas para limpiar las gafas
Un paraguas plegable (amenazaba lluvia)
Dos libretas
Nocilla Experience (la novela de Fernández Mallo, no el bote de chocolate chocolateado con avellanas – aunque sea una novela con nube de etiquetas)
Unos cds grabados para Daniel (que me tengo que acordar de darle luego)
Unos DVDs del recital poético de FS
Una bolsita de frutos secos
Un mandarina
Una manzana
Un paquete de chicles
Y un par de botones grandes que compré ayer y no me he acordado de sacar del bolso
(ayer viaje además todo el día con un par de cartuchos de impresora que tengo que cambiar en la tienda y nunca puedo)
Me acabo de comer la mandarina y la manzana. Los frutos secos a medias. Lo demás sigue en el bolso, y seguro que volveré a casa con algo más, por lo menos con las fotocopias de la página del Periódico de Aragón donde hoy Daniel Torres Burriel dedica su columna al blog de Daniel.


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