
Esta pequeña, sentada en mitad del pasillo de la iglesia del Monasterio de Veruela, asistía ayer por la tarde, junto a otros muchos espectadores, a los actos finales del VIII Festival Internacional de Poesía Moncayo. Las piernas que asoman a la izquierda son las del poeta Gonzalo Escarpa, uno de los participantes este año en los actos del Festival (junto a otras muchas personas, cuyos nombres figuran en el programa del Festival y que por eso no cito aquí -sería muy largo). Esta edición ha estado dedicada a la figura de Miguel Hernández, que cumpliría 100 años el próximo 2010. Por eso, además de lecturas de las obras personales de los distintos poetas invitados, se leyeron un buen montón de poemas de Hernández, se cantaron sus versos, se habló de su vida, de su obra, de su muerte -tan triste, tan desoladora-. El periodista y escritor Miguel Mena, que presentó las actuaciones, hizo una elocuente reflexión: hablamos de Hernández (y de otros contemporáneos suyos añadiría yo) como si pertenecieran a otro mundo, y quizás así es, aunque no deja de ser paradójico que Miguel Hernández sería más jóven, si viviera, que Francisco Ayala, de quien no dudamos sea coetáeno nuestro.
Los actos se han prolongado a lo largo de los días 21, 27 y 28 de agosto y en diferentes localidades de una comarca que se implica año tras año a fondo en la organización y celebración de este Festival, que coordina desde la Asociación Olifante, la editora Trinidad Ruiz Marcellán, la bruja blanca de Litago (con permiso del brujerío de Trasmoz).
Miguel Hernández:
Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.
Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.
Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.
No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!
(Poema incluido en El rayo que no cesa, 1934-35)

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