Mi madre murió el 23 de octubre de 2022, es decir hoy hace dos años. Cuando me llamaron de la residencia, para decirme que no se encontraba bien y que avisaban al 112, cogí los bártulos de ir al hospital y me dirigí todo lo rápida que pude a la residencia, dispuesta a irnos al hospital, como otras veces. Pero esa vez no hizo falta. La muerte de mi madre cerró, por el momento, un larguísimo ciclo de estancias hospitalarias, horas y horas en urgencias, visitas médicas de todo tipo: no sólo con ella, también con mi padre, mi tía, mi suegra, que se marcharon antes. Un larguísimo ciclo que duró más de treinta años en el que me resulta imposible contar las horas de cuidados en los diferentes hospitales. Llegué a adaptarme al ritmo ralentizado de los días en el hospital, a veces rasgado por la urgencia y la ansiedad extrema. Estudié, trabajé y teletrabajé en los hospitales, leí … y observé mucho. Quiero acordarme de aquellos a quienes cuidé lo mejor que supe, acordándome de todos quienes tarde o temprano recibiremos esos cuidados hospitalarios (si el neoliberalismo feroz no lo impide).




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