Jardín seco. Fernando Zóbel. 1969. Óleo sobre lienzo. 80 x 80 cms. Museo de Arte Abstracto Español. Cuenca.
Estamos en casa arreglando y aumentado nuestras estanterías. Las habitaciones todas se han llenado de libros, que han bajado desde las paredes del estudio y se han tirado por encima de la mesa del salón, en el sofá, en el sillón, en las camas, por el suelo… Algunos ratos hay que escribir y trabajar en la cocina. Voy emigrando de una a otra habitación, abrazada al portátil, según la hora del día o de la noche.
Hay que aprovechar para hacer una reordenación libraria, que se impone ya por razones de espacio y eficacia. Escruto entre los montones de libros; los limpio, les quito el polvo, a algunos los miro un poco y los hojeo. Me encuentro con viejos amigos. Viejos amigos libros y viejos amigos míos. A algunos juntos en las mismas páginas.
Mi edición de “Alfanhuí” de Rafael Sánchez Ferlosio es ya antigua. Un libro de bolsillo de la colección Destinolibro, que vio la luz en 1977. A mi me lo regalaron en 1979, quizás, a decir de la fecha que en él estampé, con motivo de la fiesta de Reyes. No lo recuerdo exactamente. Pero recuerdo bien los ojos del amigo que me dijo: “Te va a gustar mucho, a ti te va a gustar mucho”. Tiene este libro una emotiva dedicatoria suya y otra de una también amiga mía, que entonces era su novia. El libro, efectivamente, siempre me ha gustado mucho. Tan diferente a la famosísima novela “El Jarama”, aunque con la misma honda sabiduría en el empleo del lenguaje. Y con la misma cartografía del desamparo. Ahora hacía bastante tiempo que no lo ojeaba.
Transcribo algunos de los títulos de los capítulos, para que se vea la exquisita y delicada imaginación de Ferlosio:
De un gallo de veleta que cazó unos lagartos y lo que con ellos hizo un niño
De cómo el niño fue a Guadalajara y se llamo Alfanhui y las cosas y personas que había en la casa de su maestro
De las cosas que había en el jardín de la luna donde casi todo era como plata
De un viento que entro una noche en el cuarto de Alfanhui y las visiones que este tuvo
De cómo volvió Alfanhui a casa de su madre la cual estaba limpiando lentejas
De cómo despejó una nieve la melancolía de Alfanhuí
Ferlosio dijo de su libro, que escribió en 1951, que era como “una historia castellana llena de mentiras verdaderas” (también dijo que lo había escrito un primo suyo). Yo diría que es un libro poético en el que se hace un relato imaginario y fantasioso con palabras que pertenecen a la realidad común. Una confluencia de géneros e intenciones, envuelta en papel de regalo. Aunque lo que Ferlosio cuenta no es bicoca, ni mucho menos. Porque aparecen rotundos rasgos de la dureza de la vida castellana en muchas de sus páginas. Y Alfanhuí es un niño solitario. Como lo fueron muchos de los niños de la posguerra española.
Siempre pensé que mi amigo era un poco como Alfanhuí. Como él se marchó un tiempo después a correr industrias y aventuras. Le gustaba África y ser alquimista. Le vi poco desde entonces. Y luego se fue… seguramente a la isla de los alcaravanes, bajo la niebla y el arco iris, como Alfanhuí. Pero hoy ha estado aquí.

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