Arrastro desde hace tiempo un conflicto con Italia y los italianos. Adoro ese país por casi todo. Pero no lo entiendo. Se me hacen trizas todos los intentos de análisis que comienzo. Ya sé que alguien dijo que frente al reloj suizo, fruto de siglos de aburrido orden y racionalidad calvinista, los italianos dieron al mundo aquel renacimiento cultural que surgió entre Papas promiscuos y guerreros, príncipes sin escrúpulos y de ambición desmedida, y artistas tan geniales como estrafalarios. Bien, eso lo puedo entender y hasta defender, qué caramba, en aquel contexto histórico que alumbró la era moderna del pensamiento y de la emoción. Desde luego la diversión estaba garantizada. Pero, miren, no consigo hacerme idea de cómo personas individualmente tan amables y felices, muy educadas, como suelen mostrarse en general los pobladores de Italia, pueden decenios tras decenios someterse a la voluntad política de gobernantes tan vergonzantes y fachosos: desde los tiempos de Mussolini, pasando por muchos años innombrables de la democracia cristiana, el socialismo craxino o la ópera bufa de los gobiernos del compadre Berlusconi. Sí, ya sé que alguien mentara rápidamente al silencio general de la sociedad española durante la dictadura. Pero no sé, no veo de momento a este país votando mayoritariamente a un nuevo Mario Conde, por ejemplo (pondré una vela a la Virgen, por si acaso). Quizás el quid del asunto radique en la profundidad del carácter anarquizante del italiano – y quiero ser magnánima-, que le conduce a una tremenda despreocupación por lo colectivo, mucho mayor que la española, que ya es decir, y que le enseña a vivir siempre con un acento digno de la picaresca.
En fin. Toda esta perorata no viene a cuento sino del tremendo malestar que me están produciendo las medidas de corte fascista que va a aplicar el gobierno Berlusconi respecto a la inmigración. Mi preocupación es que semejante política xenófoba llegue a contagiarse al resto de la muy temerosa y pacata Europa, tan umbilical ella consigo misma. Respecto a esto, traigo un editorial y un artículo que explican bastante bien lo que yo podría decir – ¿para qué repetir y repetir, si se puede citar? Eso sí, recomiendo su lectura:
– Berlusconi arremete contra la inmigración (El Periódico de Catalunya)
– Asuntos de inmigración I, por Graciela Vera (la imagen que subo acompaña este artículo y está extraída desde allí)
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