Pienso que a José Antonio Labordeta no le debe gustar que se digan estas cosas de Labordeta. Por eso yo prefiero recordar dos de los “momentos Labordeta” de mi vida, que en realidad se cruzan como uno solo en mi película. Escuché por primera vez el disco “Cantes de la tierra adentro” –el disco rojo y negro, inolvidable- en la sala de estar del colegio naranja de la Universidad Laboral de Zaragoza, donde empezaban a aparecer libros y discos impensables apenas meses atrás. Yo no sabía entonces nada de nada. Supe, sin embargo, que aquella voz era la del director de la delegada de chicos del Instituto Buen Pastor, donde yo había estudiado. Y era la del tipo que, con cara seria, muy seria, y mucha retranca en las indicaciones que nos iba dando, había tocado la guitarra –pacientemente- para que los alumnos de aquel Instituto de barrio celebráramos nuestro particular festival de la canción –era la época dorada a tope de Eurovisión-, durante la fiesta del centro de no recuerdo exactamente qué año (más o menos sí que lo sé). El pobre. Pido hoy avergonzadas disculpas por los alaridos que escuchó y por las cursilerías que tuvo que tocar. Pero es que todo era muy cutre.
Lo que a mi me importa es que aquella tarde, en una Universidad Laboral que ya se removía, empecé a atar cabos, a saber muchas cosas. Por eso decía al principio que los aragoneses no seríamos tal y como somos si no hubiera venido la GM. Pero sobre todo no lo seríamos sin José Antonio Labordeta (ni sin Labordeta).

Actualización después del 26/11/2008:
Crónicas de la fiesta en:
– Inde
– Mamentxu


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