Por ejemplo, un diálogo bien atemperado, inteligente. O un buen poema con buena lectura. Como el jueves pasado en la primera sesión de «Los jueves, Poesía» (Universidad de Zaragoza).
Dialogaban y leían
Emilio Gastón y
Sergio Gaspar. Dos inteligencias entrecruzándose llegadas aparentemente de planetas diferentes pero entendiéndose. Hay algo en el ejercicio del respeto que convence. La capacidad de escuchar debería ser de obligado aprendizaje en los planes escolares.
Gaspar leyó poemas de su reciente libro «Estancia» (DVD). Gastón recitó de memoria algunos de sus versos, tan dilatados ya en el tiempo: «Oración para antes de suicidarse» es ya un clásico. Gastón y Gaspar intercambiaron pensamientos sobre la naturaleza y componentes de los textos, sobre los géneros, sobre la nometafísica, sobre cómo estar y cómo escribir.

Y la gente del público
estábamos francamente bien escuchando. Alguien de nosotros así lo manifestó cuando el conductor del ciclo y moderador nos convidó a intervenir: es que se está muy bien escuchando.
Escuchar.
En este espacio-tiempo nuestro abrumadoramente interactivo, dedicarse a escuchar trae serenidad y descanso, además de un poco de humildad personal de cada cual en el reconocimiento del otro como merecedor de nuestra escucha.
Gaspar y Gastón me reconfortaron. Aquí el reconocimiento público por mi parte.
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