En los primeros quince días de octubre repiquetean los nombres ganadores de los dos más económicamente suculentos premios literarios del mundo (éso he leído, que yo no tengo ni idea de las dotaciones): el Nobel y el Planeta. Hasta quedan bien puestos así juntos, los combines como los combines:
Nobel Planeta
Planeta Nobel
A quienes les toca ganar están más contentos que chupillas. El resto del mundo se pone inmediatamente a polemizar sobre
la manipulación de los premios
la calidad de los escritores y/o de las personas que son el endoesqueleto de los escritores
la trayectoria buena/mala/insulsa/jugosa (a gustos) de la historia de los premios en función de las obras premiadas
las intenciones de los escritores
las i
ntenciones de los jurados
etc
eTC
EtC
Y todo éso concurre en los medios de comunicación, foros, redes sociales, tertulias, conversaciones en los autobuses, de pasada al saludar al vecino,
Yo sólo quiero redundar en que:
si todo el mundo sabemos lo que hay y eso, y bueno, pues que a lo mejor lo mejor sería que todos estuviéramos tan contentos como los ganadores y así todos saldríamos ganando algo; o sea algo así sería como hacia la armonía universal por el premio literario. A mi, que el otoño me contrae la venas, me vendría bien éso, sí.
perdamos el espíritu bobo de este post , del cual soy única responsable (todos tenemos un lado flower´s power que conviene dejar aflorar por lo menos una vez al año).
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