El poema “Espejismo” que Ybris nos regaló a sus lectores el otro día, como hace siempre tan generosamente y con tanta sabiduría, trajo a mi memoria, no sé muy exactamente por qué, la famosísima “Oda al Ruiseñor” de John Keats. De Keats ya hablamos aquí hace poco, en concreto del poema elegíaco “Adonais” que Shelley compuso con motivo de su muerte a los 24 años, víctima de la tuberculosis, una enfermedad que acabó con una buena parte de la familia del poeta romántico inglés.Para quien quiera conocer algunos datos biográficos y bibliográficos anoto que se pueden encontrar en la página promocionada por Amazon: John-Keats.com. En castellano, está bastante completa la biografía de Wikipedia. Y las obras de Keats se encuentran en Bartleby.com . Dejo así los enlaces para no hacer muy largo el post y porque no tiene sentido reeescribir lo que se puede encontrar bastante bien hecho en otro sitio.
Tal vez otro día hablemos un poco más de Keats, de su obra magnífica (todavía más si se piensa en el corto tiempo en el que fue escrita). Centrémonos ahora en la «Oda a un Ruiseñor», según la traducción al castellano que realizó, hace ya unos años Rafael Lobarte, y que apareció en el número- versión 1.0 de El Cronista de la Red, donde podéis leer también “Oda a una Urna Griega” y “Oda al Otoño”, igualmente traducidas por Rafa Lobarte.Me duele el corazón y un pesado letargo
aflige a mis sentidos, tal si hubiera bebido
cicuta o apurado un opiato hace sólo
un instante y me hubiera sumido en el Leteo:
y esto no es porque tenga envidia de tu suerte,
sino porque feliz me siento con tu dicha
cuando, ligera dríade alada de los árboles,
en algún melodioso lugar de verdes hayas
e innumerables sombras
brota en el estío tu canto enajenado.¡Oh, si un trago de vino largo tiempo enfriado
en las profundas cuevas de la tierra
que supiera a Flora y a la verde campiña,
canciones provenzales, sol, danza y regocijo;
oh, si una copa de caliente sur,
llena de la mismísima, ruborosa Hipocrene,
ensartadas burbujas titilando en los bordes,
purpúrea la boca: si pudiera beber
y abandonar el mundo inadvertido
y junto a ti perderme por el oscuro bosque!Perderme a lo lejos, deshacerme, olvidar
que entre las hojas tú nunca has conocido
la inquietud, el cansancio y la fiebre
aquí, donde los hombres tan sólo se lamentan
y tiemblan de parálisis postreras, tristes canas,
donde crecen los jóvenes como espectros y mueren,
donde aun el pensamiento se llena de tristeza
y de desesperanzas, donde ni la Belleza
puede salvaguardar sus luminosos ojos
por los que el nuevo amor perece sin mañana.¡Lejos! ¡Muy lejos! He de volar hacia ti.
No me conducirán leopardos de Baco
sino unas invisibles y poéticas alas;
aunque torpe y confusa se retrase mi mente:
¡ya estoy contigo! Suave es la noche
y tal vez en su trono aparezca la luna
circundada de mágicas estrellas.
Pero aquí no hay luz, salvo la que acompaña
desde el cielo el soplo de la brisa cruzando
el oscuro verdor y veredas de musgo.No puedo ver qué flores hay a mis pies
ni el blando incienso suspendido en las ramas,
pero en la embalsamada oscuridad presiento
cada uno de los dones con los que la estación
dota a la hierba, los árboles silvestres, la espesura:
pastoril eglantina y blanco espino,
violetas marcesibles recubiertas de hojas
y el primer nuevo brote de mediados de mayo,
la rosa del almizcle rociada de vino,
morada rumorosa de moscas en verano.A oscuras escucho. Y en más de una ocasión
he amado el alivio que depara la muerte
invocándola con ternura en versos meditados
para que disipara en el aire mi aliento.
Ahora más que nunca morir parece dulce,
dejar de existir sin pena a medianoche
¡mientras se te derrama afuera el alma
en semejante éxtasis! Seguiría tu canto
y te habría escuchado yo en vano:
a tu requiem conviene un pedazo de tierra.¡No conoces la muerte, Pájaro inmortal!
No te hollará caído generación hambrienta.
La voz que ahora escucho mientras pasa la noche
fue oída en otros tiempos por reyes y bufones;
tal vez fuera este mismo canto el que una senda
encontró en el triste corazón de Ruth, cuando
enferma de añoranza, se sumía en el llanto
rodeada de trigos extranjeros,
la misma que otras veces ha encantado mágicas
ventanas que se abren a peligrosos mares
en prodigiosas tierras ya olvidadas.¡Olvidadas! El mismo tañer de esta palabra
me devuelve, ya lejos de ti, a mi soledad.
¡Adiós! La Fantasía no consigue engañarnos
tanto, duende falaz, como dice la fama.
¡Adiós! Tu lastimero himno se desvanece
al pasar por los prados vecinos, el tranquilo
arroyo y la colina; ahora es enterrado
en los calveros del cercano valle.
¿He soñado despierto o ha sido una visión?
Ha volado la música. ¿Estoy despierto o duermo?
Isabel Barceló, la autora del estupendo e interesante blog Mujeres de Roma, por el que andamos engachados a las aventuras de la reina Dido, y conocedora expertísima de la Roma antigua y moderna, me manda, entre otras, esta foto de la tumba de John Keats en el Cementerio de los no-católicos de Roma. Como es bien sabido, la tumba de Keats es un lugar de peregrinación y culto para los amantes de la poesía.



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