
Miembros del Consejo de Carlomagno. Ruggiero es el quinto de la fila (foto: Museo Internacional de Marionetas de Palermo)
Da cierta pena pensar en esta, al fin y la cabo, reducción, cuando en otro tiempo formaron parte arraigada de la vida siciliana, hasta el punto de que sus personajes servían para designar formas de comportamiento cotidianas en la sociedad; o hasta el punto de que hubo quien confundió aquellas historias y sus personajes con la propia realidad, conociéndose varias anécdotas en las que algun espectador la emprendió contra los personajes “malvados”. Antonio Pasqualino contaba un caso especialmente conmovedor: el de un espectador que acudió, después de la representación, al taller del puparo y robó la marioneta de Gano, al que colgó de un árbol y disparó con su pistola. Al día siguiente, al verlo de nuevo sobre el escenario, sin entender cómo podía estar allí de nuevo si el lo había matado, enloqueció.
Intenté ir también en Palermo al Museo Internacional de Marionetas, dedicado a Antonio Pasqualino, quien junto a su mujer y actual directora, Jane Vibaek, lo impulsó y organizó. Sé que ese museo, ubicado en Vía Bureta, cerca del puerto y de un renovado paseo marítimo palermitano, guarda cerca de tres mil marionetas, tanto sicilianas como del resto del mundo. Desgraciadamente no pude entrar, no estaba abierto el día que fui. Me quede bastante frustrada, la verdad. Menos mal que estaba el mar muy cerca y que el paseo que sustituyó la visita al museo mereció la pena. El paseo marítimo de Palermo es una hermosa zona verde, donde los adolescentes y jóvenes no escatiman efusividades amorosas; cuerpo a cuerpo, se los ve sin vergüenza frente al mar, y eso está bien. Luego para que todo el mundo lo recuerde, dejan el suelo y los gigantescos bloques de hormigón del rompeolas cuajados de pintadas, generosas pintadas que prometen amores y devociones “tre metri sopra il cielo”.
Dejo algunos enlaces para el que quiera saber algunas cosas de los pupi:

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