Dadá reivindicó finalmente a Erik Satie porque era pura contemporaneidad, línea desnuda, reducción al límite. Y al mismo tiempo Satie es ubicuo, música que ha regresado a la contracción, es decir, a lo esencial, y por ello atiende tanto a un roto como a un descosido, sin que por ello haya nadie de rasgarse las vestiduras.
Decía Satie en «Memorias de un amnésico» que lo que más le gustaba de un sonido era medirlo y pesarlo. Decía que él era sobre todo, más que músico, fonometrógrafo. Apreciación matemática y sensitiva del sonido. Valoración del sonido en sí. De la materia creativa. Como lo hicieron de la textura y la luz los grandes pintores de fin del XIX y principios del XX, como lo hicieron de la estructura arquitectónica Le Corbusier o la Bauhaus. Materialidad. Densidad del significado por la expresión pura.
Y en esta necesidad de reducir y repetir como un mantra radica sin duda la radical actualidad de una música que se sigue bastando a sí misma.
Y después de todo esto, sencillo el tema: Satie me gusta mucho. Mucho.
Unas referencias sobre el músico de Honfleur (qué sitio, mon dieu!):
Erik Satie, compositeur de musique
ERIK SATIE. Como todo el mundo. El solitario de Arcuell.

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