Durante estos dos últimos meses al silencio de Pop-pins lo han alimentado la enfermedad y la muerte. Porque este tiempo ha estado dedicado a acompañar a mi padre hasta la frontera, justo hasta la frontera. Justo hasta la frontera. Y regresar.
No se sale indemne. Como de casi nada. Tampoco exageraré.
Durante estos dos últimos meses Pop-pins ha crecido en el silencio en el que necesariamente hay que quedarse un tiempo cuando se percibe la muerte a tu lado.
En consecuencia, también cierto autocanibalismo se ha producido. Es verdad. Si Autocanibalismo es vivir. Sí.
Hay obviedades como esta. Obviedades como la muerte que re-sitúan. Lo centros están sometidos a desplazamientos de onda constantemente; también a alteraciones bipolares y de inversión magnética. Los centros se diluyen en la longitud del tiempo y se deforman. Los sentidos están siempre hacia afuera y los centros desparecen. Hasta que llega la muerte. Hasta que antes de la muerte llega saber que la muerte va a llegar. Da igual en qué momento de la historia llegue. En qué época de la historia llegue.
Sin embargo, Pop-pins realmente es una auténtica rebelión contra todo eso.
Para ello, Pop-pins se alimenta tanto de la vida como de la literatura, a partes iguales. Y por ello Pop-pins calla tanto como habla.
Aunque para hablar, mejor literatura. No centros.
He tardado este tiempo en volver a hablar. Y no lo he hecho empezando por aquí. Sino con un texto en clave poética. Que no está aquí.
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