Lo que ocurre con los deshaucios en este país es que además de constituir un tremendo drama personal y social absolutamente desproporcionado son un escarnio. Representan, son en sí mismos, la manifestación más inmediata y cruel, multiplicada por cada uno de los miles de casos, del inmenso engaño, de la inmensa farsa que ha sido el crecimiento económico y la prosperidad de hace unos años. Un reality que, como en los mejores realtys televisivos, termina teniendo consecuencias reales. Son un escarnio porque reflejan la cara más abusiva, cínica y cruel, despiadada de esta perfecta tormenta.
De conformidad con el párrafo 1 del artículo 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, a sí el Comité Derechos Sociales Naciones Unidas2 dice que los Estados Partes «reconocen el derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado para sí y su familia, incluso alimentación, vestido y vivienda adecuados, y a una mejora continua de las condiciones de existencia». Reconocido de este modo, el derecho humano a una vivienda adecuada tiene una importancia fundamental para el disfrute de todos los derechos económicos, sociales y culturales.
(Simplemente, ver en Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Derecho_a_la_vivienda)
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