Rose Mary Taylor Poppins

Si al anarquista León Ponce no se lo hubiera llevado el comienzo de la guerra, lo hubiera hecho Rose Mary Taylor, laPoppins. Eso repetía cada minuto Albertina cuando se iba a morir. Pero a nadie más se lo decía sino a mi. Para el resto, silencio como siempre. El resto tomaba esa insistencia como la chaladura de una agonizante, que además ya se sabe que nunca ha estado muy en sus cabales: me miran de reojo entonces, porque todo el mundo entiende que yo he heredado las rarezas de Albertina, aunque tal convencimiento nadie lo enuncie formalmente. La Poppins murmuraba una y otra vez, reforzando con la ironía, a falta ya de toda fuerza, ese Poppins, que a mí me hacía gracia, pero que ella medio mascaba amargo y cabreada. Cuéntame qué te dijo cuando la viste en Londres, me pedía. No la vi en Londres, la vi en Portmeirion, y poca cosa, Albertina, me dijo, me desentendía yo: que te había conocido y que habíais sido buenas amigas un tiempo. No le sigas tanto la corriente, se quejaba mi madre. Dímelo todo, replicaba Albertina.  Yo le apretaba la mano sin explicarle de nuevo todo lo que en su momento ya le había contado que a su vez me había referido Rose Mary Taylor, cuando la fui a visitar con Patrick a Portmeirion, unos meses antes.  Estupefacta y herida como me sentía (no sé por qué, no tenía derecho), a mi regreso a casa encaré brutalmente a Albertina con el relato de Rose Mary. No debes repetir nunca lo que hemos hablado me contestó. Ya no tiene sentido. Y ese nunca (silencio) nos había hecho finalmente aún más cómplices que la hipnopompia y la consanguineidad.

 

 

SEGUIR LEYENDO EL CAPÍTULO: http://proyectopoppins.es/2013/08/15/rose-mary-taylor-poppins

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