Estoy intentado componer un cronograma para mi día a día. Una persona en la que confío mucho (y eso que se dedica al coaching) me ha aconsejado que lo haga, a ver si consigo componer adecuadamente un mapa de tareas y prioridades de manera equilibrada.
Bien, he comenzado por escribir la lista de esas tareas que debo o debería realizar, tanto por elección propia, como las que vienen recomendadas o impuestas por otros. Luego he asignado una duración, bien por día, bien por semana, según, a las más habituales y constantes. Hay que considerar todas las actividades, incluso las más íntimas o personales, como la higiene, la alimentación o el sexo, puesto que todas requieren un tiempo para ser.
Así que, además de entre las citadas, debo encajar en mi tiempo las cosas que quiero hacer y hago como puedo, casi siempre insatisfactoriamente (dígase leer, escribir, estar con los amigos, cuidar de los míos -en este apartado tiene un lugar importante, y sin embargo siempre insuficiente, colaborar en lo que puedo en la atención a mi sobrino Daniel-, ocuparme de mis plantas, pensar, ver buen cine o buena televisión ..), las cosas que debo y quiero hacer y que no siempre hago (como caminar, ejercicio, cocinar, viajar, participar de la vida cultural de mi comunidad -por activa y por pasiva-), y también cosas que debo hacer sin más y que generalmente se refieren a un montón de tareas de intendencia de todo tipo (domésticas, la salud propia, que comienza a tener agujerillos, la atención sanitaria de mis mayores, relaciones con las compañías de suministros, con los bancos, con la administración …). Me dejo, seguro, cosas en el trastero y anoto al final, por la cantidad de tiempo que me ocupa, la jornada laboral propiamente dicha, que en mi caso es continua-discontinua e incluye algunos fines de semana y horarios raros.
La persona en la que confío me insiste en que cada una de las cosas que me importan, me interesan o simplemente han de hacerse debe encontrar su lugar, aunque dispuestas en una escala de prioridades que reparta adecuadamente el tiempo dedicado a cada una. Sé que será inútil.
Cambiaré la reivindicación aquella de V.W. a propósito de la habitación propia que necesitaban las mujeres para poder escribir y activar su creatividad, por la de un multiverso propio, un tiempo donde poder desdoblarme y desdoblarme y desdoblarme … y a ratos, también, desaparecer.
Porque la ecuación mujer+trabajar para comer+escribir y colaterales actividades de la cultura+familia+vida social+intendencias varias propias y asumidas, os juro que es como el resultado de la suma de todos los números positivos: negativa. Y además empiezo a estar mayor.
Por eso, yes, I need un multiverso, ¡quiero una vida cuántica!
Deja una respuesta