#Adías-1

Como ya he comentado alguna vez, procuro que las plantas de mi terraza se conozcan y se mezclen en lo posible entre ellas. Sería más fácil en un jardín. Macetas y maceteros son una limitación de inicio para esta intención mía. Pero me esfuerzo lo posible. Y ellas en general prefieren ese baile compartido, más próximo en concepto a la jardinería inglesa que a la ortopédica práctica versallesca.

Algunos ejemplos de la buena convivencia y el mutuo apoyo entre las plantas que procuro cuidar lo mejor posible, aunque a menudo tengo la sensación de que este clima tan rudo del Valle del Ebro es una tortura para ellas.

La resistente lantana sombreando al rosal trepador

Los muscaris que se resguardan bajo las aromáticas, el romero, la santolina o la lavanda

Margaritas y abelia mantienen pausadas conversaciones bajo el sol, igual que conversan el pequeño e invencible naranjo con la palmera que ha crecido espontáneamente a su lado

La pasiflora trepa por el árbol del cielo, a cuyo pie las vivaces se aplican en su función protectora.

La pasiflora es un poco promiscua y busca también comprometer al rosal trepador de flores minis

En uno de los pocos rincones medio sombreados de la terraza, se abrazan desde hace tiempo rosales, una loca parra trepadora, una bignonia, y la perseverante y sufridora hiedra

Y en el balcón, las partes sobrevivientes de las antaño frondosas lavanda y cactus de navidad (la vida para las plantas a veces también es complicada) han acogido muy bien a esta capuchina de flores blancas, un regalo bello de una compañera en mi último día de trabajo

“La Nación de las Plantas reconoce y promueve el mutuo apoyo entre las comunidades naturales de seres vivos como instrumento de convivencia y progreso”, artículo 8 de la Declaración de los derechos de las plantas, recogida en “La Nación de las plantas”, de Stefano Mancuso.

Y esto vale para los individuos de una especie y para las especies entre sí, sean las que sean.

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