Tiempo (sin tiempo) electrónico

Como yo pertenezco a una generación gozne, convivo de forma bastante natural con los usos y costumbres de la antigua edad contemporánea y con aquellos pertenecientes ya a estos comienzos de la edad contemporánea digital. Sin embargo, se me escapan, como a todos los individuos de mi generación, algunas obviedades relacionadas con la vida cotidiana en esta época actual. Me siento reconfortada por no ser la única a quien le ocurre. Pero me siento mal por no ser capaz de comprender toda la profundidad de las alteraciones que están sucediendo.

Me gusta mucho la radio, un medio de comunicación al que la televisión había puesto con desdén hortera etiqueta de menor, y que a mí siempre me ha parecido esencial por su tremenda capacidad de ubicuidad antes de que la tecnología hiciera posible que también participará de esa ubicuidad la recepción de imágenes. Sigue teniendo la ventaja de que deja libre el sentido de la vista, con lo cual se (al menos) duplican las posibilidades de actividad. Realizaba esta mañana de sábado todoslossantos, festiva, ciertas tareas domésticas, mientras oía la radio, en concreto La Ser, el programa “A vivir”. Junto a Javier del Pino, su director y presentador, estaban en el estudio en ese momento Javier Cansado y la directora de comunicación de Google España. Hablan de diversos artilugios, del uso mayoritario del navegador Chrome por parte de las personas que son clientes de una página de contactos extramatrimoniales, cuando Pino comenta que que sus hijas adolescentes no se habían enterado del cambio de hora otoñal porque no tienen costumbre de leer prensa o ver informativos y sus móviles y ordenadores han efectuado ese cambio de manera automática. ¡Que pronto se ha hecho de noche hoy!, comenta Pino que fue la sorpresa planteada por ellas. No sabían que había cambiado la hora en todo el país. Para ellas no ha cambiado la hora en absoluto. Su tiempo digital, su tiempo electrónico es el mismo, es un continuo, no está en función de los acontecimientos, no está en función de las estaciones climáticas, ni de la traslación del planeta, ni de la inclinación del eje terrestre. Su tiempo electrónico las coloca a ellas en el centro de todo. Pero quizás también las separa de todo. Quizás también las aleja de su propia naturaleza todavía no biónica. No sé. No sé. Son preguntas. No alcanzo a comprender la profundidad de todas las alteraciones. Transformamos nuestra percepción del tiempo y acaso transformamos con ello la propia manifestación del tiempo. Y por eso a mí me pasa un poco como a este pequeño limonero que cultivo en mi terraza, que no sabe bien qué tiene que hacer y en este otoño, que hasta ahora ha sido primavera cálida, tiene algunos limones a punto ya de ser recolectados, mientras que sus ramas florecen como si ya fuera abril. Principio y fin a un tiempo. Un gran cambio. Cambio climático. Tiempo sin tiempo.

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