Publicado en Artes&Letras (Suplemento Heraldo de Aragón) 25-10-2018

“La página está muerta para él. Prefiere la pantalla camaleónica”: afirma en Novelling una de las voces que aparecen en esta narración digital, ganadora del Premio Robert Coover 2018, que concede anualmente la Electronic Literature Organization (http://eliterature.org).
A pesar de la propuesta radical que implica semejante declaración de intenciones, Novelling (http://novelling.newbinarypress.com) indaga en las posibilidades de la literatura narrativa digital guardando un estudiado y precioso equilibrio entre escritura textual, montaje audiovisual y algoritmo. El reconocimiento internacional para este trabajo de Will Luers (vídeo, diseño y codificación), Hazel Smith (texto) y Roger Dean (sonido) podría querer significar un cierto cambio de tendencia, después de unos años en los que –inevitablemente- la mayor valoración pareció centrarse en la exploración del uso de la tecnología como lenguaje literario, difuminándose un tanto el peso de la historia contada. Al igual que otras obras narrativas recientes y también premiadas, como Pry (Samantha Gorman y Danny Cannizaro), concebida especialmente para tabletas táctiles, Novelling es un claro ejemplo de cómo por fin los creadores trabajan a la par tecnología y narración literaria, escuchando a la vez al algoritmo y al lenguaje-pensamiento humano, dejando que se influencien y modifiquen mutuamente a favor de lo que se quiere contar.
Con una estética que recuerda en cierto modo al cine de la Nouvelle Vague y un lenguaje de volumetría existencial, Novelling combina texto, vídeo y sonido en un carrusel fragmentario de mensajes, cuyo ciclo completo dura seis minutos, a través de interfaces que se mantienen fijas en pantalla durante 30 segundos, aunque el lector-espectador puede forzar el cambio de interfaz mediante un clic. Finalizado el ciclo completo, podemos recomenzarlo, porque un orden secuencial diferente al anterior aportará nuevos descubrimientos en nuestra interacción con la obra y sus voces. Cuatro voces aisladas entre sí –pero de alguna manera interconectadas por su cadencia poética, también por la estructura algorítmica-, a través de las que vamos sumergiéndonos en una reflexión interrogativa sobre el hecho de la escritura, de la lectura, del límite entre una y otra, del sentido de ambas y de ellas en nuestra vida: “la novela como colaboración, un intertexto cósmico”, aventura otra de esas voces que aparecen, que son voces escritas, sin que sepamos muy bien a qué rostro de los que vemos sucederse en las imágenes corresponde cada una. Voces escritas y rostros, sobre la música y los sonidos que los subrayan, y parecen mantener la retícula de la historia.
Personalmente, si se me permite, me gustan especialmente propuestas como esta, que abren sin duda nuevos caminos, al tiempo que recuerdan que todavía perviven entre nosotros los ecos de la novela filosófica y psicológica, del embrujo del kinetoscopio y el cine mudo, de aquellos siglos XIX y XX de la infancia de nuestra cultura.
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