Hace unos meses, en una localidad aragonesa, tuve que charlar un rato sobre literatura y política. La cosa discurrió más bien por los caminos de la retórica y la ficción. Recuerdo que comenzábamos prácticamente a saco con la oración shakesperiana de Marco Antonio después del tiranicidio contra César, en la que le da vuelta totalmente a la opinión de los ciudadanos congregados ante las puertas del Senado, y a los que justamente antes se ha dirigido Bruto para justificar su acción como asesino de su amigo y mentor (http://www.biblioteca.org.ar/libros/130807.pdf)
Esa oración es un ejemplo ficticio pero indeleble del poder real de la oratoria.
La retórica, que una vez fue el arte de convencer mediante la palabra, ha venido a ser en voz de la política el arte de despistar, el arte de vaciar de todo contenido a la palabra
La ficción que antes sostenía a la política, en la medida de lo que esta tiene de representación de las justificaciones para ejercer el poder, ha penetrado y atravesado cualquier propósito de los programas electorales y ejercicios presupuestarios.
Daría lo mismo. No se trata de defender a capa y espada el valor de lo verídico, pues lo verídico no existe. Daría lo mismo si la transformación de la retórica en palabra hueca y de la ficción en mentira torticera no fuera un instrumento para el abuso de poder.
Pero lo es.
La incredulidad y la denominada «desafección» ciudadana (como si los ciudadanos estuvieran obligados a creer devotamente en los políticos y en sus propuestas, y no fuera más bien su papel el de sujetos críticos de derechos y deberes) no proviene pues del cansancio -que quizás también-; proviene más bien del abuso, de la deformación retórica del sistema democrático.
Algunos ejemplos. Según puede leerse, oírse, verse en los medios de comunicación (ese Poder):
CIU, en palabras del oscense Durán i Lleida, no ha perdido votos, sino más bien había recibido votos prestados en las anteriores elecciones, que les llegaron a ellos para impedir un nuevo tripartito
ERC facilitará la gestión del nuevo gobierno, pero sin estar con el gobierno
PP de ninguna manera apoyará a los soberanistas, pero puede considerar apoyarles si hablan de otra cosa
El PSOE cree en la honorabilidad de Bustos y Fernández, imputados en el tema Sabadell, pero acepta su renuncia a los cargos que ocupaban, aunque en «Sabadell no pasa nada», dice Valenciano
Etc
Algunos están preocupados por la excesiva judicialización de la vida política, de la vida en general, en esta parte de la Península Ibérica que no es Portugal (que es Reino, básicamente, por ahora)— pero, si se piensa, es lógico:
nada más retórico que el lenguaje del derecho (es la trampa del sistema judicial)
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